Abro perezosamente los ojos, aunque realmente no tengo ganas
de ello, porque este ha sido un día agotador, lleno de trabajo y momentos en
que mi cordura llego casi al punto de romperse, estoy adolorido, el cuerpo me
pesa como si mis tejidos y músculos estuvieran hecho de hierro, sin embargo,
tengo que despertar, ya que el autobús está cerca de llegar a mi casa. Logro
notar, a través de la borrosa y casi nula vista que me ofrece la ventana, que
se ha puesto bastante tormentosa la tarde, aparto con la palma de la mano el
vaho del vidrio y logro notar las luces de los autos y los postes eléctricos,
se me encandilan los ojos y los cierro rápidamente junto a un mueca, giro la
vista hacia mi derecha y veo a mi padre dormido, no le presto mucha atención,
porque sé que se despertara cuando estemos llegando sin que yo lo haga.
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